A pesar de su reducida extensión, Maleján está lleno de tesoros. Sus vecinos han construido sus vidas próximas unos a otros; esta cercanía se refleja en la buena sintonía que reina en las festividades del municipio.
El visitante puede admirar un paisaje excepcional desde Maleján, además de valiosos ejemplos de arquitectura de la zona. Su origen se remonta a la taifa de Zaragoza, aunque los vestigios localizados de esa época se hayan ocultos tras construcciones modernas.
Pasear por las calles de Maleján es aislarse de las presiones que asedian nuestro día a día. Sumérgete en sus calles y descubre un nuevo modo de vida.
Las conversaciones entre vecinos y amigos llenan las calles de Maleján. Recorrerlas es atravesar un mundo de sensaciones; el visitante se integra dentro del municipio como uno más.
Las fiestas conservan las tradiciones más representativas de la zona, que durante generaciones han divertido a niños y mayores. En la subida de El Mayo, celebrada el primer domingo, se lleva un árbol desde la vega del río Huecha hasta la plaza de la iglesia. Los vecinos tratan de subir hasta arriba, mientras una sardinada popular alimenta el resto de sentidos.
Destaca también la festividad de Santa Bárbara, 4 de diciembre, que cuenta con la representación del dance típico de Maleján, con parte representada y parte bailada.
Los orígenes de Maleján se remontan a la época musulmana: el rey de la taifa de Zaragoza mandó construir una almunia en esta localidad. Se han encontrado restos de la decoración de la mezquita, un arco y algunas torres de la fortaleza ocultos tras construcciones modernas.
Tras la Reconquista, perteneció al Monasterio de Veruela hasta el s.XV, cuando se convirtió en un señorío laico. De esta época data la iglesia parroquial de la Visitación, construido en el s.XVI con retablos de época anterior.
El trazado del casco urbano responde a la evolución de Maleján, cambiando de piel para mantener su identidad intacta. Conserva el trazado medieval, aunque sufrió importantes transformaciones en el s.XVIII debido a la repoblación tras la expulsión de los moriscos. Las cicatrices de esta decisión todavía pueden verse en las calles de Maleján.
Maleján se enmarca en una zona de valiosos aceites y vinos, ambos protegidos por sendas Denominaciones de Origen. De esta forma, puede garantizar un alto nivel de calidad en estas esencias, independientemente de la bodega o cooperativa de la que provengan.
Debido a su pequeño tamaño, Maleján no cuenta con una producción significativa de vino o aceite. No obstante, en sus establecimientos puede probarse la mejor garnacha de toda la zona. También el Aceite Sierra de Moncayo está presente en la gastronomía local, una joya que solo está al alcance de unos pocos privilegiados.
Aunque Maleján no cuenta con término propio, los agricultores de la localidad cultivan con pasión los campos y huertas cercanos, recolectando frutos de exquisito sabor. Predominan los campos de cereal.
La gastronomía en Maleján está vinculada a las familias, que durante generaciones han depurado las recetas tradicionales de la zona hasta ofrecer unas sabrosas creaciones. Las comidas populares que se celebran, como la sardinada en mayo, son solo un ejemplo del tremendo poderío que esconde Maleján.
Maleján reposa sobre un paisaje espectacular. La proximidad del río Huecha pinta el verde de sus sotos, un hermoso contraste con las cumbres del Moncayo que se dibujan en el horizonte. La luz del sol juega con la naturaleza y añade sombras y brillos que varían en un lienzo vivo.
El sonido del agua juega con los animales que acuden a su llamada. En las riberas podemos encontrar diversas especies de aves: ánades reales, fochas, garzas… Justo con los peces y pequeños roedores que pueblan estas tierras, nos recordarán que estamos ante un lugar de gran valor paisajístico.
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